Con Caro habíamos estado hacía dos años en Barcelona, tres días, y decididamente no nos había alcanzado. Y en este viaje apenas teníamos unas horas para recorrer una de las ciudades más lindas de España. Así que salimos lo más temprano posible del hotel, dejamos el coche en un estacionamiento pago del centro, desayunamos en un bar y a las 9:30 ya estábamos, con nuestra entrada sacada previamente por internet, entrando a la Sagrada Familia donde hicimos el tour privado. (Sigue...)
La catedral de Gaudi, por fuera ya nos había parecido increíble, llena de simbolismos y detalles; pero por dentro es un regalo a los ojos. Uno podría estar horas recorriendo cada uno de sus vitrales, sus escaleras, sus esculturas… Pero había mucho más de Barcelona y poco tiempo.
Paseando pasamos por nuestro lugar obligado, el local de Jugar x Jugar, donde Alfred siempre nos atiende como a amigos, después, con el coche, fuimos hacia el Barrio Gótico.
Caminamos un poco, pero como se largó a llover nos metimos en La Boquería, donde catamos todos los puestos posibles. Almorzamos ahí una lubina y un pulpo impresionante.
Y si bien, la idea original era esperar a Fabián, que llegaba esa tarde, cerca del Montjuic, el tema del pasaporte de Pablo alteró un poco los planes. En vez de quedarnos a esperar a Fabi, volvimos al aeropuerto a buscarlo para que Pablo volviera a reclamar en Sixt e hiciera la denuncia en la comisaría aeroportuaria.
Como era de esperar, Fabi apareció, pero el pasaporte no, así que, con pena, a eso de las seis de la tarde, terminamos dejando a Pablo en un hotel con la promesa de encontrarnos el lunes en Londres.
Y así, tres, en vez de cuatro, seguimos viaje hacia Toulouse, donde llegamos pasadas las once de la noche y nos hospedamos en el Ibis Toulouse Université. Cenamos ahí mismo unos croques monsieur medio congelados y a la cama.
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