jueves, 12 de abril de 2018

Sin Conde ni Montecristo

Último día del viaje de los cincuenta años. Esa tarde comenzaría el “Weeding Week” de Pablo y Natalia en una casa que habían alquilado en Sils, un pueblito de la Catalunya española.

Pero como teníamos que llegar recién a las cinco de la tarde y sólo nos separaban menos de 600 kilómetros de nuestro destino final, quisimos aprovechar el tiempo y fuimos hacia el puerto de Marsella.
La intención era conocer el castillo de If, donde Alexandre Dumas ubicó a su obra maestra de “El Conde de Montecristo”. Además de ser una de las prisiones más famosas de Francia. Llegamos justo para la salida del ferry, pero cuando estábamos a punto de acceder a la isla, el capitán anunció que “había cambiado la marea” y no podíamos descender. Y en cambio, nos hizo una pequeña recorrida por la costa, describiendo, en francés, algunos edificios emblemáticos y nos dejó de nuevo en la costa.


 

 

 


 


 

De más está decir que le hicimos un escándalo hasta que nos devolvieron toda la plata, con la que pagamos el desayuno frente al puerto.
Y ya calmados y con la panza llena encaramos el viaje a Sils.
Pero en el camino, nos cruzamos con el último castillo, el Chateau des Baux de Provence, y no nos pudimos resistir, a pesar de la lluvia.


 

Y ahí comienza otra historia, una semana increíble donde Pablo y Naty nos hicieron de anfitriones durante siete días, en los cuales conocimos Girona, Andorra, Roses, Lloret, Cadaques, vimos nevar, nos emborrachamos con los polacos, nos metimos a la pileta y miles de anécdotas que quedarán por siempre en nuestro recuerdo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario