jueves, 26 de abril de 2018

Los menhires de Obelix

Decididos a no conocer absolutamente nada de Toulouse, nos levantamos a las 6 de la mañana, desayunamos y salimos hacia el norte de Francia.
La ruta la hicimos toda por autopistas, que son un billar y tienen paradas de descanso (aires los llaman ellos), pero te sacuden en forma alucinante con los peajes, llegamos a pagar, en alguno de los trechos, unos cincuenta y un euros y chirolas. (Sigue...)

Paramos en la ciudad de Nantes para almorzar. Paseamos por el distrito cultural donde había una muestra de inventos. Caminamos junto al Loire y almorzamos en un boliche bien portuario junto al río otra vez croques, pero madame.


 
  

  
 

Después manejamos hasta Carnac, donde visitamos los megalitos de los Alineamiento de Carnac, que son un conjunto de piedras colocadas todas en línea convirtiéndose en el monumento prehistórico más extenso del mundo. Según los últimos estudios, si bien aún no saben ni su utilidad ni propósito, fueron levantadas durante el Neolítico, en algún momento entre los milenios V y III a.C.
Junto a los alineamientos hay un museo, del cual habíamos leído no valía la pena pagar la entrada, que lo que podíamos aprender ahí tranquilamente lo podíamos leer en internet, pero como llegamos a las 17:45, 15 minutos antes que cerrara, nos dejaron pasar gratis, confirmando perfectamente lo que habíamos leído.

 

 

 

Salimos del museo y seguimos recorriendo los alineamientos hasta encontrar el Túmulo de Kercado, donde entramos y compartimos una de las experiencias más espirituales del viaje.
Comenzaba a caer la tarde y nos dirigimos hacia Thalassa, donde teníamos reservadas dos habitaciones en el Ibis de la playa. La sorpresa fue que el hotel tenía no sólo pileta, sino también sauna, jacuzzi y hamman. Por suerte en el hotel vendía mallas a 10 euros, que, si no, me metía en calzoncillos.
Cenamos en el hotel y a la cama sin habano, porque ya estábamos muy cansados.

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