lunes, 23 de abril de 2018

En el Meridiano Cero

 

Definitivamente este no era un viaje para descansar, nos volvimos a levantar muy temprano, desayunamos en el departamento, dejamos a lavar la ropa en el lavadero de enfrente y a las 9 ya estábamos tomando el ferry en Embarkment hacia Greenwich. (Sigue...)


 


Con Caro y los chicos hacía unos años habíamos estado en Quito y visitado la línea del Ecuador, estando tan cerca del Meridiano Cero, no pudimos dejar pasar la oportunidad, así que paseamos por el Támesis y, en el Real Observatorio, pisamos el Meridiano Principal.


 

 

 

 

 

Luego comimos fish & chips y dimos cuenta de varias cervezas artesanales cerca del mercado de antigüedades y de nuevo en ferry viajamos hasta la Torre de Londres.


 

 

  

 

La Torre de Londres es uno de los museos históricos imperdibles de Inglaterra, así que recorrimos todos sus salones y pasajes, vimos las joyas de la corona y a los cuervos y tres horas después nos tomamos el subte hacia Chiswick, porque a las 18:30 teníamos entradas para un tour degustación del gin Sipsmith.

 

 

 
Y acá voy a hacer un pequeño paréntesis, porque los viajes no es sólo turismo. ¿Se acuerdan que yo había arrancado en Ezeiza con un dolor de muelas, opacado temporalmente por una inyección de corticoides? Bueno, la palabra clave acá es “temporalmente”. Ya en Francia había empezado a utilizar las pastillas de diclofenac y ya en Londres, empezado a abusar en términos casi delictivos del frasquito de benzocaína líquida, tratando, en la medida de lo posible, de no expresar públicamente mi dolor para no arruinarle las vacaciones a mis compañeros de travesía. Pero el umbral de tolerancia ya estaba siendo superado en medidas astronómicas, así que cuando bajamos del subte y caminábamos mirando el GPS para saber hacia dónde quedaba la bendita destilería, a mi izquierda vi la puerta de un consultorio odontológico a la calle y no lo dudé ni un segundo, sin decirle nada a nadie y dejando al resto mirándome sin entender, entré al local y reclamé un turno de urgencias.
Y así que Raffaella hizo un trabajo fantástico, me fajó con 125 libras (que espero me reconozca el seguro) y en menos de veinte minutos estaba de nuevo en la calle, buscando la destilería. Llegué sin problemas y apenas me perdí la introducción del tour, que terminó siendo buenísimo, casi tanto como ese gin, que es altamente recomendable.
Cuando salimos cenamos unas sopas locas vietnamitas en Pho y de vuelta al subte, por casi una hora, hasta el departamento.

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