domingo, 22 de abril de 2018

Entre druidas y romanos


Para la felicidad de Fabi, otra vez bien temprano, a las 6 ya estábamos desayunando y las 7 salimos hacia uno de esos lugares mágicos que vivimos viendo en libros y en la televisión, pero que parecen tan lejanos como imposibles, Stonehenge. (Sigue...)

Llegamos pasados 10 minutos de nuestra entrada a las 10, pero no hubo problemas. Pudimos visitar ese lugar increíble, siempre escapando de los grupos de japoneses.

 

 


Caminamos alrededor de esas piedras, donde se siente esa extraña energía en la que uno no cree.
Después salimos hacia la ciudad de Bath, pensábamos sentarnos en un parque a comer unos sanguches que habíamos llevado desde Londres, pero un imprevisto embotellamiento brutal en la entrada de la ciudad fue el momento propicio para almorzar.


 


Cuando finalmente pudimos estacionar, caminamos hasta los Baños Romanos y recorrimos el excelente museo y reconstrucción histórica que tienen montada, después caminamos por la ribera del río y frente a la catedral y hasta encontramos una iglesia que tenía una cafetería frente al altar (si bien fue la primera, no fue la última iglesia que vimos con cafeterías, parece que esa es la forma que encontraron los ingleses para financiar el credo cristiano, mejor que la nuestra, sin dudas).

 



 


De ahí nos fuimos a la ciudad de Bristol, a buscar los graffitis de Banksy; por suerte encontramos un par, pero también recorrimos la iglesia de Riverdale y después la ciudad vieja y el puerto, donde nos tomamos unas sidras artesanales con el primer habano del viaje.

 


 

 

 

 
La vuelta fue larga, más de dos horas y media de viaje, así que Picadilly volvió a suspenderse después de cenar una cena congelada en el departamento.

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